Banquete de solidaridad festera
Alcoy traslada la alegría de su Fiesta al sanatorio San Francisco de Borja de Fontilles, que reclama el mantenimiento de esta tradición
La Fiesta de Alcoy se vistió este sábado sus mejores galas, esas que utiliza cada abril, para ofrecer un banquete de solidaridad a los residentes del sanatorio San Francisco de Borja. Como cada octubre, desde hace ya 67 años, los Moros y Cristianos transformaron las calles de Fontilles en una jornada que concentra las que se celebran en abril en honor a San Jorge.
El músico Hiroshi Fujii, como ya hizo medio año, fue el encargado de dirigir el Himno. Lo hizo vestido con el traje de la filà Cruzados, con la que participó en la Diana que llenó de música las calles de Fontilles, por momentos una réplica de Sant Nicolauet.
La peña Fontilles, organizadora de la visita, se mostró satisfecha por la participación de los cinco cargos festeros de 2017 y por la recaudación obtenida, que superará, según afirman, los 12.000 euros. Doce filaes apoyaron esta edición de la visita, la tercera que se celebra en sábado.
En la misa, antes de mediodía, quedó claro lo que representa la visita de la Fiesta alcoyana a Fontilles. El párroco del sanatorio reconoció que los residentes esperan la llegada de los festeros en uno de los días más importantes del año en la residencia. Por eso instó a la peña Fontilles y a los festeros a mantener viva esta tradición. La visita a los pabellones arrojó el verdadero sentido de la presencia de los festeros, más allá de escuadras, trajes y músicas. Los cuatro cargos entregaron regalos a los ancianos que residen en las diferentes zonas de ese pequeño pueblo que es Fontilles.
Los mayores, muchos de ellos acompañados de familiares en un día muy especial, agradecieron la visita de los festeros, como hace seis décadas la agradecían los enfermos de lepra, a los que, sin temor pese al desconocimiento de la dolencia, los alcoyanos se acercaban para trasladar ánimo y solidaridad. Actualmente unos 50 enfermos de lepra reciben atención en el sanatorio, sede de una fundación centrada en la investigación de la enfermedad y la cooperación internacional para conseguir su erradicación en el tercer mundo.
Tras el encuentro directo entre residentes y festeros, durante la comida volvió a sonar la música, a cargo de las cuatro bandas que se multiplicaron para participar en cada uno de los actos. A las cuatro, la tarde de octubre trajo la Entrada de Moros y Cristianos, presenciada sobre todo por público extranjero procedente de municipios de La Marina y La Safor. Brillaron los alféreces y capitanes, las escuadras especiales y el niño Sant Jordiet, Tomás Pascual. Fue la despedida de los cargos tras un año muy intenso. Tanto como la jornada en la que la Fiesta mostró su faceta más solidaria.