Compromiso con la cultura
La Columna - (viernes, 23 de noviembre de 2018)
Tenemos motivos más que sobrados para celebrar la reapertura del CADA y su transformación en un polo de atracción cultural de primera categoría. Los alcoyanos estamos más acostumbrados a contemplar desolados cómo cierran infraestructuras, que a ver cómo se ponen en marcha nuevos proyectos. Históricamente, las administraciones públicas de fuera de la ciudad nos han dado pocas alegrías y en los últimos años, la única noticia comparable a la recuperación del viejo edificio del Monte de Piedad fue la finalización del último tramo de autovía central, tras casi tres décadas de promesas y de esperas.
La lógica euforia y el orgullo de disponer de un impresionante espacio que nos coloca en los circuitos artísticos de la Comunitat Valenciana no deben impedir que hagamos un ejercicio de realismo. El futuro del CADA y su papel como motor cultural y económico de la ciudad dependerá en gran manera de la continuidad que le den a este recinto las tres instituciones que se han unido en su gestión: el Ayuntamiento de Alcoy, el IVAM y la Fundación CAM. Si se mantiene el nivel de excelencia con el que ha iniciado su andadura, el centro de arte se convertirá en un instrumento de transformación de la ciudad y en un poderoso referente artístico que trascenderá las fronteras locales. Si el suflé se desinfla y el inmueble va perdiendo contenidos asistiríamos a una nueva decepción.
La multitudinaria apertura del CADA va más allá de la mera inauguración de un nuevo equipamiento. Estamos ante un acto en el que dos instituciones –la Generalitat y el Ayuntamiento- han escenificado su compromiso con la cultura; su apuesta por llevar el mundo del arte a la primera fila y por sacarlo de ese limbo en el que habitualmente vegeta, desplazado por otras materias que exigen una mayor urgencia en las inversiones públicas. El éxito o el fracaso del CADA dependerá en gran manera de la voluntad y de la capacidad del Consell y, sobre todo, de la corporación municipal para mantener vivo el espíritu que impregnó todos los discursos oficiales del acto inaugural.