Cuestión de matices
La Columna - (jueves, 24 de octubre de 2019)
A veces, los matices son muy importantes y marcan la diferencia que hay entre el éxito y el fracaso. Si la polémica campaña de la casita verde de la Bandeja la hubiera montado una inmobiliaria para vender pisos, todo serían alabanzas para una iniciativa publicitaria que recibiría calificativos laudatorios del tipo innovadora, moderna o rompedora. Si la campaña parte de una institución pública, en este caso el Ayuntamiento de Alcoy, los elogios se transforman en críticas feroces y sobre los promotores cae la de pulpo.
Hay que partir de una verdad incontestable: a una empresa privada se le pueden permitir cosas que le están vetadas a un gobierno municipal. En esta cuestión concreta, se ha frivolizado sobre dos temas especialmente delicados: las dificultades que sufren los jóvenes para acceder a una vivienda y la complicada situación de deterioro que vive el centro histórico de Alcoy desde hace décadas. Que la administración encargada de buscarles soluciones a estos dos graves problemas sociales monte un concurso del tipo Gran Hermano para darles respuesta es una opción muy discutible que roza el humor negro y que provoca una lógica reacción negativa, en la que hay espacio para todo: desde los análisis más lúcidos a los planteamientos más demagógicos y oportunistas.
Vivimos unos tiempos extraños en los que la política se concibe como un espectáculo y en los que las acciones de gobierno no existen si no aparecen teatralizadas por la tele o si no revientan las redes sociales. Aunque este sistema parezca sencillo de gestionar, nos encontramos en un territorio lleno de riesgos en el que en cualquier momento se pueden traspasar las finas fronteras del buen gusto y herir sensibilidades, hasta convertir una idea genial en un problema de consecuencias negativas e imprevisibles.
El violento aluvión de descalificaciones recibido por este insólito plan de promoción del casco histórico nos demuestra dos cosas: la primera, es que con las cosas de comer conviene no jugar y la segunda, que el camino del infierno está empedrado de buenas intenciones.