La hora de la equidistancia
La Columna - (viernes, 06 de octubre de 2017)
El patriotismo es el último refugio de los canallas, afirmaba el escritor inglés Samuel Johnson en el ya lejano siglo XVIII. Esta cita viene perfecta para describir la actual situación en Catalunya. No es cuestión de si se puede votar o no en un referéndum, estamos en otra cosa. Parece que no aprendemos de la historia y hemos vuelto a dejar que la pasión arrincone a la razón y al debate sereno.
Hemos caído en el juego de unas élites políticas que sólo quieren conservar el poder. El nacionalismo de derechas catalán ha catapultado al independentismo enfrentando a su población con mentiras al resto de España, y sumándose a un relato antisistema que ve bien la destrucción de la actual democracia para conseguir sus fines. Dentro de esta locura escuchamos comparaciones históricas con la India de Gandhi, la segregación racial de Estados Unidos o el franquismo, cuando ahora España se rige por un sistema democrático consensuado por todos. Asumir la independencia unilateral con un referendum organizado por una parte sin la mayoría cualificada que exigen las leyes es una imposición totalitaria, aquí y en la china popular.
Por otro lado, el nacionalismo español, con el Gobierno actual a la cabeza, ha retroalimentado la división en Catalunya haciendo dejación de funciones y espoleando a su afición más patriótica. Ahí vemos como algunos justifican las cargas policiales o alientan movilizaciones contra Catalunya. Ahora estamos en un camino de no retorno, donde los extremos de cada lado dirigen la agenda de la actualidad y agrandan la brecha social. En medio, una cierta izquierda populista se olvida de su pasado internacionalista y cae en ese juego, riendiéndose ante el nacionalismo catalán, cargando contra los equidistantes y equiparando injustamente al Gobierno del PP con una España que, como Catalunya, es plural.
En esta España tan "franquista", ha gobernado más años la izquierda que en Catalunya, tierra durante décadas de un tal Pujol. También azuzan contra el que denominan el régimen del 78. Y en opinión del que habla, hace falta la vuelta de el espíritu de consenso de entonces, donde el que piense diferente sea visto como un contricante político no como un enemigo. Es la hora de la equidistancia.