Maldito patrimonio industrial

miércoles, 28 de mayo de 2014
GABRIEL GUILLEM
GABRIEL GUILLEM

Gabriel Guillem es historiador.

El patrimonio industrial de Alcoy parece estar maldito. Una vez más en una larga serie de errores que el tiempo hará históricos el proyecto de un museo de la industrialización  muere antes de nacer. La decepción no la produce sólo el hecho en sí, que ya es costumbre, de abandonar a una mayor pérdida y desaparición la memoria más significativa de nuestra ciudad, sino las formas y argumentos de este último episodio.

Por una parte sorprendió a las personas que alguna vez hemos asesorado en cuestiones de patrimonio industrial a Esquerra Unida que fuera la manzana de la antigua fundición de Rodes el emplazamiento propuesto para un futuro museo. En una formación política caracterizada por la participación ciudadana en la redacción de sus líneas de actuación, por el constante recurso a reuniones y consultas en largos procesos de generación de ideas, la elección del lugar de la antigua metalurgia ha sonado desde el principio a un “brindis al Sol”. Dos son las posibles lecturas de lo ocurrido. La primera de ellas que se ha actuado con buena fe pero con precipitación, la segunda que hemos asistido a un ardid político con evidente intencionalidad; dado que el grupo de Compromís ha tenido desde hace años en su programa el proyecto de crear un parque empresarial en la antigua fundición de Rodes y la propuesta incluida en los presupuestos municipales chocaba con sus planteamientos. Con la excusa del patrimonio industrial el gobierno municipal ha introducido un falso tema de negociación. Una baza perdida de antemano para ganar la partida de los presupuestos.   

Por otra parte la respuesta del portavoz de Compromís David Abad ha hecho evidente la falta de visión de futuro que nuestra clase política, en general, tiene sobre el patrimonio industrial como activo económico. Sus palabras en el pleno del debate de los presupuestos quedarán para la posteridad: “Necesitamos propuestas que mejoren la economía, no museos. Los museos llegarán cuando mejore la situación económica”.

Unas palabras que responden a una concepción muy pobre e inculta de lo que es un museo de la industrialización, que no es un mero contenedor de piezas sino un motor de recuperación de la memoria colectiva, la que muere con cada antiguo trabajador y desaparece con cada máquina que termina en la chatarra. Un museo es ahora en Alcoy una necesidad económica. ¿Por qué? Porque estamos viviendo un tiempo en el que si Alcoy no recupera su marca de referente histórico en la industria de España perderemos uno de sus mayores activos. 

La marca Alcoy necesita de su historia. Toda empresa bien gestionada, con proyección en el tiempo, tiene en su pasado un elemento de prestigio que da fuerza a su imagen. Algo tan básico, tan fácil de comprender, no es concebible para nuestros representantes políticos.

Y mientras ellos, quienes dirigen esta ciudad, no actúan, quienes roban la historia sí lo hacen. En los últimos meses hemos asistido al derribo, literalmente, por parte de ladrones de metales, de parte del Molí d’Albors. Una propiedad municipal, patrimonio industrial protegido, víctima de la desidia de varias legislaturas. Otra propiedad municipal, Algezares, 27, edificio singular de un ingenio hidráulico de época moderna se deja arruinar tal vez para excusar mejor su demolición.

Los errores en la gestión del patrimonio industrial de Alcoy, como el derribo de la Máquina de Guillem en la Beniata, bien patrimonial catalogado, sin un estudio histórico previo, serán el recuerdo indeleble de una legislatura que empezó siendo un tiempo de confianza en que el patrimonio industrial pasaría de ser un tema de oposición política a ser un tema de gobierno.

La falta de una gestión básica para la recuperación de los testimonios de los trabajadores y empresarios que atesoran las últimas páginas de la historia que hizo grande a Alcoy demuestra que el patrimonio industrial no está maldito por la falta de dinero sino por la falta de voluntad e iniciativa. No faltaron las inversiones millonarias para contarnos la historia de los bomberos, para transformar el Monte de Piedad en un contenedor vacío o para restaurar un templo parroquial sin apenas feligreses.

El rechazo en los presupuestos municipales del 2014 al inicio de un proyecto de creación del museo de la industrialización hace patente que el futuro de la cultura industrial de Alcoy, de su historia, patrimonio y memoria colectiva, no tiene cabida real en la voluntad política de ninguno de los partidos que actualmente rigen la ciudad.

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